Hace unos días, me ha llegado la reflexión acerca de la vinculación entre la respiración y el fuego en la cocina.
Depende de cómo sea la intensidad del fuego, vamos a proveer, a cada alimento que cocinemos, su forma de cocción. Asimismo, nuestra respiración (yendo más allá del elemento en sí que simboliza la respiración en nosotros, según las distintas filosofías milenarias) vendría a ser como el fuego en la cocina. Ese lugar, que al detenernos y ver cómo está nuestra respiración, nos marca la calidad energética con la que estamos transitando nuestro día.
Y aquí, me nace compartirles la observación sobre cómo respiramos mientras cocinamos. Cómo está nuestro cuerpo mientras cocinamos, cómo estoy parada/o mientras lavo, cómo trato a quienes están a mí alrededor mientras voy preparando lo que se va a comer.
Esto no implica ir a paso caracol en todo lo que hacemos, sino, simplemente, cada uno/a a su ritmo, observándose, generando un vínculo entre lo que se hace y Soy.
Somos un todo, inmersos en el Todo. Cocinar, no es sólo el final del plato, sino todo un proceso desde que sale el alimento de la tierra, llega hasta nosotros, lo manipulamos y luego, llega el plato. Hay como si fuese un ¨back stage¨, atrás de cada ¨servir¨. En ese plato, en esa comida preparada, además de los ingredientes y su procedencia, estuvo nuestra energía al hacerlo, todo nuestro humor de ese presente y todo el ritmo de nuestra respiración.
Y así, nuestra respiración, nos acompaña como un fueguito que cocina todo nuestro hacer.
Y así, nuestra respiración, es parte de nuestra alimentación consciente.
Fotografía de Araceli Rodriguez